Las piernas le pesaban mientras bajaba los diez peldaños que le separaban del andén del metro; mirada perdida, gesto serio; los pensamientos y las emociones negativas inundaban cada palmo de su ser, una pesada carga que le encogía el estómago y le hacía difícil respirar.
“¿Por qué no me habrán cogido a mí?”. Esta frase se repetía una y otra vez en su cerebro como un pensamiento circular y recurrente, imposible de detener.
“En qué momento tuve que decir en la entrevista que no sabía inglés. Realmente algo sé, pero tenía miedo de que me pusieran a prueba, y ese “hueso” de entrevistador… ¿Pero que se habrá creído? Qué le importará mi vida personal, si tengo pareja…la verdad es que no le puse muy buena cara, pero yo soy así y no voy a cambiar, y tampoco sabía qué decirle, pero es que me ha puesto de los nervios”.
El ruido de los vagones del metro frenando en la estación le devolvió por un instante al mundo real; como un autómata subió al vagón, buscó un hueco entre la multitud, gente extraña que le rodeaba por todas partes con una proximidad que le incomodaba sobremanera, y volvió a sumirse en sus pensamientos.
“En fin, la mala suerte se ceba de nuevo conmigo, haga lo que haga no sirve para nada…”
Dejemos de momento esta historia, que podría ser la de cualquiera de nosotros en un proceso de transición y búsqueda de empleo, aquí. ¿Os identificáis con esta situación o alguna parecida? Yo sí, me ha pasado en algunas ocasiones.
Os contaré una historia personal que me ocurrió hace años. Una tarde del mes de mayo, en una céntrica cafetería, era invitado a abandonar la empresa que había fundado y recibía un euro por mis acciones. El pago a 8 años intensos de trabajo emprendedor, a 16 horas diarias de dedicación absoluta de lunes a domingo, a un sueño construido desde la nada y que llegó a dar trabajo a más de 70 personas, desarrolló más de 100 proyectos pioneros en el sector tecnológico de las punto.com, facturó varios millones de euros, y llegó a estar valorado en más de mil millones de las antiguas pesetas. ¡Es una larga e interesante historia!
Como podréis imaginar, el cóctel de pensamientos, emociones y sentimientos era explosivo: dolor, miedo, rabia, tristeza, impotencia… pero también orgullo y satisfacción. Tantas y tantas sensaciones que se agolpaban de manera caótica en mi cabeza, en mi estómago, en mi corazón, en todo mi cuerpo, tan intensas y desbordantes. Miedo a un futuro incierto con 41 años y sin estudios superiores, a la necesidad de ganar dinero siendo la única fuente de ingresos de mi familia. Miedo al fracaso, a ser rechazado por el mercado, a los juicios, a mis creencias y mis inseguridades. Pero también orgullo y satisfacción por las metas y los logros conseguidos, por cada paso conquistado, por cada obstáculo vencido, por cada apoyo dado y recibido. Tristeza, rabia e impotencia por no poder continuar con un proyecto consolidado y en expansión, con una posición en el mercado ganada a pulso, y el sentimiento de que esto llegaba a su fin, por lo menos para mí.
¿Por qué a mí? De nuevo ese pensamiento incisivo y repetitivo.
Fueron momentos duros y difíciles, de esos que te cambian la vida y que, a veces, suceden cada cierto tiempo.
Después de catorce años, y visto desde la distancia, aquella etapa me ha llevado a donde estoy hoy en día; he descubierto mi propósito, me he reinventado varias veces como profesional, y como persona, y sigo haciéndolo. He perdido el miedo – pero no el respeto – al futuro, me apasiona lo que hago y lo que no me gusta lo cambio o cambio mi percepción sobre ello, pero, sobre todo, he asumido el protagonismo de mi vida, siendo consciente que me queda mucho por aprender y por fallar. ¡Afortunadamente!
Ojalá hace catorce años, cuando estaba perdido y confundido, sin un futuro claro y definido, y cargado de miedos e incertidumbres, alguien me hubiera acompañado y me hubiera dicho: “ánimo y adelante, tienes un trabajo: ¡buscar trabajo!”.
Un trabajo percibido como una aventura llena de retos y oportunidades, pero también de obstáculos, de barreras que están ahí para ser vencidas, un camino de descubrimiento que vale la pena recorrer. Y mejor si se recorre acompañado por alguien que, a través de conversaciones inspiracionales, con método, estructura, sistemática y herramientas, te permite descubrir y tomar conciencia de tus fortalezas, tus logros, tus áreas de mejora y a conectar con la fuerza y la energía necesarias para llevar a cabo las acciones diarias, de networking, de preparación de entrevistas, etc. Aquellas actividades que te conducen y acercan a tu objetivo, las que te ayudan a afrontar y aceptar las dificultades con la actitud más útil y eficaz posible.