Tenemos la expectativa de vivir 30 años más que nuestros abuelos y en general no somos tan ahorradores como ellos. Los bajos tipos de interés y el incremento de la esperanza de vida están poniendo en duda los sistemas de previsión social y esto hace pensar que, o bien conseguimos incrementar nuestros ahorros para complementar nuestras pensiones, o bien tendremos que trabajar más años. Pero incluso si nuestros estados financieros nos permiten jubilarnos antes de los 65 años, debemos pensar qué vamos a hacer en esos 30 años de potencial inactividad profesional.
Es evidente que, si tenemos más tiempo, tenemos mayores oportunidades para hacer más cosas.Es por ello que una mayor longevidad, no solo está relacionada con nuestros estados financieros, sino que también tiene que ver con cómo planificamos y diseñamos nuestra vida y en cómo aprovechamos este tiempo extra.
Este regalo que nos ofrece la vida –el hecho de que podamos vivir más tiempo y, además, en mejor estado físico y mental– unido a los cambios provocados por la globalización y la tecnología, hace que las tres etapas en las que organizábamos–la etapa formativa, la vida laboral y la jubilación–ya no estén tan delimitadas. Por lo tanto, necesitamos pensar y actuar de forma diferente a cómo actuaban y planificaban sus vidas las generaciones anteriores.
Actualmente ya vemos que se están alternando etapas profesionales con otras de transición de manera muy distinta a cómo las vivieron nuestros padres. Hay que tener en cuenta que van a cambiar muchas cosas, y esto no solo transformará la manera en la que gestionamos nuestra carrera, sino que también cambiará nuestra manera de concebir la vida. Solo tenemos que echar un vistazo a los valores y comportamientos de las nuevas generaciones, probablemente más conscientes de esta nueva realidad.
Es evidente que,a medida que nuestro ciclo vital cambia, van evolucionando nuestros intereses y motivaciones; hay etapas en las que lo que nos mueve es el reconocimiento profesional, en otras valoramos más tener un mejor balance personal-profesional en nuestra vida y en otras puede que lo que nos mueva sea iniciar un proyecto propio o realizar una mayor contribución a la sociedad.
Y si pensamos en una vida más larga, esos momentos de transición profesional podrán estar concebidos y planificados para tomarnos un año sabático; recuperar nuestras relaciones;dedicar tiempo a formarnos y desarrollar nuevas capacidades o para explorar y comprender las diferentes opciones que tenemos para decidir un futuro mejor para nosotros.
Pero si esta realidad ya está presente en nuestras vidas, ¿realmente estamos preparados para afrontarla?, ¿cuánto tiempo dedicamos a pensar en ello?, ¿tenemos un plan o seguimos dejándonos llevar por las circunstancias?
Hace tiempo que venimos observando que cada vez hay más personas que piensan en ello y empiezan a elaborar un plan, no solo financiero –lo que nos permite estar más tranquilos– sino de vida. Tengo amigos que con 40 años sienten que han cubierto una etapa laboral y deciden tomarse un año sabático para disfrutar de sus aficiones y reflexionar sobre su siguiente proyecto profesional. He podido ver que otros han tenido el valor y la capacidad de reinventarse al darse cuenta de que ya no veían encaje en su organización o sentían que se encontraban en situación de poco reto y disfrute profesional. Y ahora, todas estas personas se sienten más libres, más dueñas de sus propias decisiones y más protagonistas de su vida.
Así pues, para tomar las riendas de nuestra vida es importante que empecemos a pensar sobre ello, que nos imaginemos a nosotros mismos viviendo una vida de 90 o incluso 100 años y que reflexionemos y planifiquemos nuestro futuro para estar preparados.
Ante este contexto, está claro que el éxito de nuestro futuro trabajo dependerá de nuestra capacidad para generar valor. Reflexionar sobre quiénes somos, cuáles son nuestros valores y cuál es nuestro propósito es el primer paso. Si tenemos esto bien trabajado, será más fácil saber qué tipo de proyectos encajan con nuestras capacidades e ilusiones e identificaremos hacia dónde debemos dirigir nuestros recursos para construir un modelo de vida que se adecue a esos valores.Es en ese momento cuando resultará más fácil tomar decisiones conscientemente y podremos identificar en qué momento un ciclo profesional está llegando a su fin para adelantarnos a dar el próximo paso.
Una vez identificado nuestro objetivo, lo siguiente será establecer un plan concreto para alcanzarlo:¿tenemos las capacidades y conocimientos necesarios o tenemos que adquirir otros nuevos?, ¿contamos con los apoyos necesarios?, ¿tenemos una red de contactos sólida que nos apoye e inspire?, ¿invertimos lo suficiente en nuestro capital intelectual y social?
Dar respuesta a todos estos interrogantes será la clave para poder echar a andar y pasar a la acción para afrontar nuestro futuro con éxito.