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Talento + preparación = éxito

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Talento + preparación = éxito

Sabemos que practicar, practicar y practicar es lo que ayuda al éxito en alcanzar el objetivo profesional que nos marquemos cada uno de nosotros. Si bien, para ser más científicos y poder aportar datos concretos sobre estudios realizados que abalan esta “máxima” que nos caracteriza, quería compartir con todos vosotros el estudio realizado a principios de los años noventa por el psicólogo K. Anders Ericsson.

Esta investigación, que lideró Ericsson junto con dos de sus colegas en la elitista Academia de la Música de Berlín, muestra el papel sobresaliente que desempeña la preparación y la inversión de horas que dediquemos a una actividad, en el éxito que tengamos en el logro del objetivo que nos marquemos.

El estudio consistió en dividir en tres grupos de los violinistas de la Academia de Música de Berlín: el primero estaba compuesto por las estrellas, los estudiantes con potencial para convertirse en solistas de categoría mundial; en el segundo grupo, aquellos juzgados simplemente como “buenos” y  en el tercero, los estudiantes que tenían pocas probabilidades de llegar a tocar profesionalmente y pretendían ser profesores de música en el sistema escolar público. Todos los violinistas respondieron a la siguiente pregunta: en el curso de toda su carrera, desde que tomó por primera vez un violín, ¿cuántas horas ha practicado en total?

En los tres grupos, todos los músicos habían empezado a tocar aproximadamente a la misma edad, alrededor de los cinco años. En aquella fase temprana, los alumnos practicaban aproximadamente la misma cantidad de horas, unas dos o tres por semana. Pero cuando los estudiantes rondaban los ocho años, comenzaban a surgir las verdaderas diferencias. Los violinistas que terminaban como los mejores de su clase, empezaban a practicar más que todos los demás: seis horas por semana a los nueve, ocho horas por semana a los doce, dieciséis horas a los catorce, y así sucesivamente, hasta que a los veinte practicaban muy por encima de las treinta horas semanales. De hecho, a los veinte años, los intérpretes de élite habían acumulado diez mil horas de práctica cada uno. En contraste, los estudiantes “buenos” del segundo grupo, habían sumado ocho mil horas; y los futuros profesores de música, poco más de cuatro mil.

Lo más llamativo del estudio de Ericsson es que ni él ni sus colegas encontraron músicos “natos” que flotaran sin esfuerzo hasta la cima practicando una fracción del tiempo que necesitaban sus pares. Tampoco encontraron “obreros” romos a los que, trabajando más que nadie, lisa y llanamente les faltara talento necesario para hacerse un lugar en la cumbre. Sus investigaciones sugieren que una vez que un músico ha demostrado capacidad suficiente para ingresar en una academia superior de música, lo que realmente distinguirá a un intérprete virtuoso de otro mediocre es el esfuerzo que cada uno dedique a practicar. Y eso no es todo: los que están en la misma cumbre no es que trabajen un poco o bastante más que todos los demás; trabajan mucho, mucho más.

Es evidente que la idea de que la excelencia en la realización de una tarea compleja requiere un mínimo dado de práctica, expresado como valor umbral, se abre paso una y otra vez en los estudios sobre la maestría. De hecho, los investigadores se han decidido por lo que ellos consideran es el número mágico de la verdadera excelencia: diez mil horas.

De esta forma, podríamos decir que la práctica no es lo que uno hace cuando es bueno, es lo que uno hace para volverse bueno.

Pero, esta regla de las diez mil horas, ¿es una regla general para el éxito?

Por ahora, nadie ha encontrado hasta el  un caso en el que se lograra verdadera maestría en menos tiempo. Parece que el cerebro necesita todo ese tiempo para asimilar cuánto necesita conocer para alcanzar un dominio verdadero.

Así que no olvides la fórmula matemática que podemos poner en práctica cada uno de nosotros: Talento + Preparación = Éxito

Desarrolloprácticapreparacióntalento

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