Érase una vez un viernes de enero. Cuatro parejas nos sentábamos a cenar en casa; los ocho, con suerte de tener trabajo en ese momento. Durante la cena, preparada por mí a última hora, la conversación tintineaba al ritmo de los platos. De aperitivo, Cataluña y Trump; de primero, la educación de los hijos y marujeos varios; pero con el segundo y el postre es cuando llega la chicha.
Y es que, durante el comienzo del segundo plato es el momento en el que todo el mundo hace halagos de lo contento que está y lo bien que le va, aunque a mí ese día me surgió una duda. ¿Por qué todo el mundo es feliz los viernes? ¿Por qué las cenas no se organizan los domingos para celebrar que llega el lunes? Porque la gran mayoría de los comensales reconocen que trabajan para vivir y no viven para trabajar. Y eso es porque, desde pequeños, no nos han enseñado que el trabajo puede ser una gran fuente de divertimento y de felicidad.
Vivimos con una rutina y un sueldo que nos permite llegar a fin de mes, lo que nos hace no pensar demasiado, pero pocos se plantan y deciden contestar dos preguntas, a priori sencillas: ¿soy feliz con mi trabajo?, ¿cómo podría conseguir la felicidad laboral? Este es el momento de la cena donde algún trozo de carne se hace bola.
La respuesta está en cada uno de nosotros, en nuestro interior. Si queremos, todos somos capaces de que esto sea posible, pero hay que echarle valor. Valor con uno mismo. Debemos afrontar la nueva realidad, no nos vamos a jubilar a los 65, por lo que nos quedan más de 25 años trabajando (¡¡y qué bien!!).
Os propongo un ejercicio muy simple. Son cinco pasos a seguir, inspirados en un artículo de Rebecca Knight en The New York Times, para saber si realmente debes o quieres cambiar de rol:
- Habla con tu jefe. Los jefes te posicionan en lo que haces y te juzgan respecto al perfil de tu rol, pero pocos tienen tiempo para ponerse en tu lugar y tener una visión transversal de lo que podrías hacer en otras áreas o cargos. Quizá te gustaría rotar con algún compañero o moverte a otra unidad de negocio. Yo, como jefe, como mínimo valoraría la inquietud por crecer y aprender, y si encima te puede ayudar, mucho mejor.
- Incrementa tu visibilidad interna. En una compañía siempre hay mil cosas que aportar, por lo que tener un rol transversal te permite dar ideas a otros departamentos, compartir tus ideas e inquietudes de forma abierta con otros compañeros… Hay mil formas de hacer público tu interés por el cambio, y teniendo un rol transversal aumenta tu exposición.
- Define en qué eres bueno. Casi seguro que está relacionado con lo que te hace feliz. Cuando sabemos nuestras fortalezas, conocemos los roles en los que más podemos aportar (y aportarnos) y que, casi siempre, nos harán felices.
- Considera moverte de compañía. Siempre hay riesgo en el cambio, pero la felicidad del cambio, si es lo que necesitamos y queremos, es mayor que el riesgo.
- Busca ayuda. No nos han enseñado a buscar trabajo, ni a movernos internamente en la organización, sin embargo hay empresas expertas en ello. Igual que hay entrenadores personales para el cuerpo, los hay para las carreras profesionales. No lo dudes, qué mejor que invertir en ti y en tu felicidad.
Si después de la copa he conseguido que uno de los ocho piense acerca de los cinco consejos que les he dado, podré decir que me siento mejor conmigo mismo.
Luchemos para transformar personas y generar un futuro mejor.